Una empresa -en el sentido figurado- bien podríamos considerarla como una persona, ya que prácticamente: nace, crece, enferma o muere.
Nace cuando es creada por sus fundadores, crece cuando se le inyectan recursos, enferma cuando es mal dirigida y muere cuando -a consecuencia de su enfermedad- cae en bancarrota.
Siguiendo con el mismo pensamiento imaginario, podríamos aplicar que también siente: alegría, cuando todo marcha sobre ruedas; tristeza, cuando se comete alguna injusticia con alguno de sus colaboradores; dolor, cuando se retira un buen elemento; angustia, cuando es revisada por el fisco; y… miedo.
Por lo general, las empresas suelen tener los siguientes miedos: