Entre los desafíos para el administrador del siglo XXI Peter Drucker pone un especial énfasis en la necesidad de desarrollar competencias emocionales para liderar a otros seres humanos.
“La relación entre administradores y empleados se parece mas a la que existe entre un director de orquesta y el músico, que a la que existe entre el tradicional superior/subordinado.
El superior, en una organización que usa trabajadores de “conocimiento o inteligentes” no puede, en general, hacer el trabajo de sus supuestos subordinados de la misma forma en que el director de orquesta no puede tocar la tuba.
Al mismo tiempo, el trabajador inteligente depende de su superior para darle dirección y, sobre todo, para definir la “partitura” de la organización como un todo, es decir, cuales son los parámetros y los valores, la expectativa de desempeño y resultados.
Y, al igual que una orquesta puede sabotear, incluso, al director más hábil –y ciertamente al más autocrático-, una organización de trabajadores inteligentes puede fácilmente sabotear al superior más hábil, y ciertamente más autocrático.
Cada vez más, los empleados deben ser liderados como si fueran voluntarios. Se les paga, por supuesto, pero ellos son los dueños de sus medios de producción y tienen gran movilidad.”
Para triunfar en este entorno de “trabajadores inteligentes”, las compañías descubren cada vez más cuán necesario es desarrollar “administradores inteligentes”. Pero mientras que la inteligencia de los trabajadores es principalmente de contenido, la de los administradores es contexto.
Mientras que los primeros necesitan conocer las técnicas mas modernas para hacer su trabajo, los segundos necesitan desarrollar una especie de técnica emocional-humana para coordinar los esfuerzos de los primeros.