El síndrome holandés, también conocido como "mal holandés" o "enfermedad holandesa" es el nombre general que se le asigna a las consecuencias dañinas provocadas por un aumento significativo en los ingresos de un país.
El término surge de la década de 1960 cuando las riquezas de los Países Bajos aumentaron considerablemente a consecuencia del descubrimiento de grandes yacimientos de gas en el Mar del Norte.
Como resultado del incremento de ingresos el florín (Moneda Holandesa) se apreció lo que perjudicó la competitividad de las exportaciones no petroleras del país. De ahí el nombre de este fenómeno, que si bien no se relaciona con el descubrimiento de algún recurso natural, puede ser el resultado de cualquier hecho que genere grandes entradas de divisas, como un notable repunte de los precios de un recurso natural, la asistencia externa y la inversión extranjera directa.
La respuesta sobre las consecuencias perniciosas de un aumento de riquezas está en un estudio clásico de 1982 realizado por Warner Max Corden y J. Peter Neary. Estos autores dividen una economía que experimenta un período de crecimiento en tres sectores: dos exportadores -uno en auge y otro no- que conforman los sectores de bienes comerciados; y un tercer sector de bienes no comerciados orientado básicamente al suministro a residentes nacionales que puede abarcar el comercio minorista, los servicios y la construcción. Según el estudio, cuando un país se contagia del síndrome holandés, el sector exportador tradicional se ve desplazado por los otros dos.
Por ejemplo, un país que descubre petróleo tendrá un aumento repentino en las exportaciones de crudo, lo cual elevará sus ingresos gracias a las mayores entradas de divisas. Si éstas se destinan en su totalidad a la importación, no habrá efecto directo alguno en la masa monetaria del país ni en la demanda de bienes nacionales. Pero en caso de que, por ejemplo, se las convierta en moneda local y se utilicen para adquirir bienes nacionales no comerciados, el resultado dependerá de si el tipo de cambio (nominal) del país lo fija el banco central o es flexible.
En caso de que el tipo de cambio sea fijo, la conversión de monedas extranjeras a nacionales aumentará la masa monetaria del país y la demanda interna presionará los precios internos al alza. Esto equivaldrá a una revaluación del tipo de cambio. En caso de que el tipo de cambio sea flexible, el aumento de las divisas hará que la moneda nacional también se aprecie, lo que hará que también exista una apreciación del tipo de cambio real que se reflejará, en este caso, en un incremento del tipo de cambio nominal más que de los precios. En los dos casos la apreciación del tipo de cambio real socava la competitividad de los productos nacionales en el extranjero y por ende, ocasionará que las exportaciones del sector tradicional sufran una contracción, en un proceso denominado "efecto gasto".
Al mismo tiempo los factores (capital y trabajo) se orientarán a la producción de bienes nacionales no comerciados, para atender el aumento de la demanda interna, y al sector petrolero en crecimiento. Estas dos transferencias provocarán a su vez la reducción de producción del sector exportador tradicional. Fenómeno conocido como "efecto recursos".
Ambos efectos se hicieron presentes en los países petroleros en la década de 1970 cuando los precios del petróleo se dispararon y la exportación aumentó afectando la producción agrícola y manufacturera. También se presentaron en países como Colombia que con el aumento del café en la década de 1980, los demás sectores se vieron perjudicados.
El modelo del síndrome holandés ha sido utilizado para explicar los efectos de la entrada de los tesoros de América en la España del siglo XVI y el descubrimiento del oro en Australia en la década de 1850.
También denominamos especialización económica, o el mal del holandés, a aquella situación en la que la periferia se especializa tanto en un solo sector, el cual le da grandes beneficios, que se distorsiona la economía, porque se olvida del resto de sectores. La población que queda al margen de este sector se queda en niveles de subsistencia.
Fuente: "El síndrome holandés: demasiada riqueza malgastada", Finanzas y Desarrollo, número 1, vol. 40, marzo de 2003.